O conocido mundialmente como "dolor de huevos" o como Blue balls (literalmente "pelotas moradas. Es verdad o es una leyenda urbana?????.
De jovencitas, cuando nos dejábamos meter mano y la lengua hasta la campanilla pero no llegábamos mucho más, la hemos oído alguna vez. Yo siempre pensé que el tío te lo decía para que te la dejaras meter o le hicieras una pajilla y querían hacernos sentir culpable. Eso es lo que hemos comentado siempre entre nosotras. Pero de mayor quise saber si era verdad, algunos me dijeron que si, que nos la querían colar y otros que en verdad si se quedaban con un gran dolor de huevos.
Según lo explican los expertos se produce tras una fase de excitación sexual sin la culminación del orgasmo y la eyaculación, aunque nada tiene que ver con los niveles de hormona masculina, la testosterona, ni con la capacidad de producción de espermatozoides ni de semen.
Durante la excitación, el sistema nervioso simpático incrementa el envío de sangre hacia los tejidos genitales, incrementando así el flujo sanguíneo a través de los testículos y próstata. Al mismo tiempo otros músculos que controlan la salida del flujo se contraen, haciendo que entre más del que sale y asegurando así que la presión sanguínea sea lo suficientemente alta como para permitir una erección mantenida para posibilitar la penetración.
Si no se alcanza el orgasmo, la sangre y fluido linfático se acumulan y la sangre empieza a quedarse sin oxígeno. Su término científico es vaso congestión.
En las mujeres también se produce durante la excitación sexual. Esto hace, entre otras cosas, que lubriquemos, la erección del clítoris y otros cambios de volumen y forma tanto de la zona genital visible como de la interna.
Así como una de las molestias comunes de la menstruación es un efecto lateral de otra vaso congestión. Con este dato tanto chicas como chicos nos podemos hacer una idea de lo que sufre el otro. Así que cuando nos digan, no puede ser que te duela tanto la regla, eso lo haces pa hacerte la mártir, dale un rodillazo en los huevos y cuando se esté retorciendo de dolor en el suelo le dices, pues es el mismo dolor que estas tu notando ahora, capullo.
Bueno que es un efecto natural y necesario en muchos procesos de nuestro cuerpo. El dolor son daños colaterales en algún desafortunado momento, así que ajo y agua….
y cuanto dura????
Pues como una hora a partir del orgasmo o del fin de la excitación y ojo al dato, en hombres mayores de 40 años hasta más de 12 horas.
Una retirada a tiempo a veces es la mejor victoria. El dolor no llega de golpe si no que va incrementándose poco a poco si no haces nada al respecto.
Una regla a seguir siempre no empieces nada que no puedas terminar.
Y la solución pues muy fácil, la eyaculación . Esta provoca una nueva reacción del sistema nervioso simpático, el cual libera el flujo de sangre a través del área del pene y disipa la acumulación de fluido
Y ahora en lenguaje castizo y entendible. Si hay calentón y no hay solución hazte una pajilla y veras que alivión. ;o)
Puede producirse por 2 causas, internas o externas.
Externas: pues por una patada, balonazos y pueden ser queriendo o sin querer, cuantas veces nuestras mamis nos han dicho que le demos en los huevos que se quedan paralizados? un golpecito y ya, se retuercen en el suelo.
Internas, esperemos que no sea ningún tipo de mal funcionamiento y si descartamos eso nos queda el bien conocido calentón. Dicen las malas lenguas, porque si fueran buenas no se quedaban con el calentón jejejeje. No, en serio, dicen los tíos que el dolor es el mismo, o sea que te duele igual un balonazo que un calentón.
Solo se produce en la adolescencia, por eso de mayor ya no lo oímos, no es que perdamos nuestro encanto, si no que ellos pierden esa fogosidad incontrolable, digo yo que será por eso.
Estos lo he pegado literalmente, es buenísimo.
“El escenario habitual es el siguiente. Estás con una chica. La cosa se anima. Tus manos realizan avances aquí y allá. Las tropas marchan decididas. Se cruzan montañas y valles. Se vadean ríos. No hay frontera que se resista. Los espías preparan el terreno y levantan a los insurgentes. Caen gobiernos. Hoy Europa, mañana el mundo.
Los aviones sobrevuelan el territorio enemigo. En su interior, los paracaidistas se amontonan inquietos. Sentados en las banquetas metálicas, azuzados por el ensordecedor ruido de los motores, su excitación va a en aumento. El día D ha llegado. La hora H está a la vuelta de la esquina. Los paracaidistas se miran entre sí, conscientes de que este es el momento crucial de sus vidas. Los meses de entrenamiento serán puestos a prueba en cuanto se abra la puerta al final del fuselaje. Después, la gloria.
De repente, una luz roja comienza a dar vueltas en el techo y un suave zumbido se eleva en el ambiente. Los paracaidistas se miran entre sí. En sus rostros cunden el desánimo y la angustia. Bajo los cascos, en sus caras se refleja la sorpresa. "No es posible" —comentan entre sí con voz queda—. "¡Otra vez no!" —grita alguno. Con un suave balanceo, los aviones inclinan sus alas para emprender el rumbo de regreso a casa. Tras horas de vuelo, la misión ha sido abortada.
Allí queda él. Solo. Por primera vez es consciente del dolor que lleva horas sintiendo. Se abre el telón. Comienza la tragicomedia.
El dolor es insoportable. Irreal. Es como si no le perteneciera. En una época en la que todo es modular, ese dolor debería poder desprenderse del cuerpo y ponerse en una estantería, o ser arrojado envuelto en una bolsa de plástico a una brillante papelera metálica. Es como si Mike Tyson te hubiera dado un hostión en la nariz y luego alguien te hubiera cogido la nariz y te la hubiera puesto en los huevos, y luego se hubiera ido a la mesa de mezclas y hubiera puesto al máximo la ruedecita que dice "Dolor físico". Te han cogido la parte inferior de los pulmones y te la han grapado al perineo, y cada vez que tratas de respirar es en vano: el aire no entra porque, en esas condiciones, eres incapaz de hacer el vacío.
El diálogo interno es fascinante. Primero la odias a ella, luego te odias a ti. Después odias a la naturaleza por estar dispuesta de tan extraño modo. "Y se supone que lo malo es follar" —te dices. Si Dios te está haciendo esto y ni siquiera la has metido en caliente, el día que lo hagas te quedarás ciego, te saldrán pelos en la espalda y te sentirás como si el mundo cayera sobre tu cabeza. El cura tenía razón. Al final te entran ganas de mear.
Boqueando, sin tener muy claro si serás capaz de miccionar en semejante estado, te pones de pie para descubrir que ni siquiera tienes claro si llegarás al cuarto de baño. En estas circunstancias, la gravedad parece tener novedosos y dolorosos efectos. Como si caminaras sobre la superficie de Saturno, cada paso es pesado y trabajoso. Hablas por el intercomunicador de la escafandra: "Un pequeño paso para el hombre, un gran paso para aquel que sufre un gran dolor de huevos". Penosamente, cubres el lastimoso recorrido que te separa del cuarto de baño y procedes a extraer el artefacto de su vaina.
A primera vista todo parece en orden. "Los daños deben de ser únicamente internos" —reportas a comandancia—. "Inicio el procedimiento". Abres la espita aguas arriba y el líquido comienza a fluir desde la vejiga. Sin embargo, es como si hubiera un elefante tumbado sobre algún tramo de la manguera. Cuatro tristes gotas asoman del orificio.
Todo este tiempo has estado sufriendo ese dolor sordo. Es un dolor que lo impregna todo. Cualquiera ha ido alguna vez a una discoteca y se ha acostado con un pitido en los oídos. Ahora coge ese pitido y hazlo más grave y amargo. Haz que duela. Después deja que ese sonido lo impregne todo: tu cabeza, tu cuerpo, los objetos que te rodean, las paredes de la habitación. Ese es el ambiente en el que te mueves. Es una sensación injusta.
Te preguntas cuánto tiempo va a durar eso. Después te preguntas qué podrías hacer para acelerar el proceso. "Quizá si me la casco..." —resuena la voz del viejo sabio interior. La mente toma el momento y lo extrapola hacia el futuro. El sabor es amargo. No todos los días la conciencia tiene buenas ideas. Renqueando, sales del cuarto de baño.
En pocas horas el dolor habrá remitido y todo el episodio no será más que un mal recuerdo. Esta experiencia habrá marcado a nuestro joven ser humano macho, que a partir de entonces enfocará su sexualidad de otra manera. La naturaleza es sabia, pero a veces la caga. O no, vaya usted a saber.
Esto, amigos, es un dolor de huevos. O mejor dicho: esto, amigas, es un dolor de huevos.
Los últimos rayos de sol caen sobre la sabana africana. Los antílopes se apresuran en encontrar un claro para la noche. Los monos trepan hacia el refugio de las ramas más altas. Desde el bar llegan los gritos de los abuelos jugando al dominó. Pito doble, y bien jodido.
Mañana, el sol volverá a salir y la tierra habrá dado otra vuelta. El mundo se desenvuelve sin pensar en sí mismo. Mañana, en otro lugar del planeta, otros huevos dolerán. Esto, Simba, es el círculo de la vida”
Fuente: http://www.elsentidodelavida.net/el-dolor-de-huevos. Por GonzoTBA